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Mostrando entradas de enero, 2014

Lamento

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__¿Quién podrá verme? Pregunté mis ojos se perdieron en el horizonte buscando su rostro mis manos no quieren otras manos  y el pensamiento viaja libre tras su huella __¿Quién podrá amarme? Continué encerrada en mi círculo me protejo del peligro éstos pasos ya no siguen ningún camino  ¡Ah! mi cuerpo exiguo de cariño desvanece con el frío __¡Ay! Exclamé  ¿Quién me defenderá del invierno, del otoño y del verano?  ¿Cómo he sobrevivir al crudo año aún con su primavera? No hay forma de amar sin amor, sin dueño __¿Quién, quién? Me lamentaba Una voz, eco en la sombra, me interrumpió        __Mi niña bonita, si tu no te amas,  no te miras, eres incapaz de protegerte...  Niña si no puedes... Entonces yo tampoco podré.

Despecho

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Cuantas sombras he abandonado, ciega, tras tu luz, me envolví  con otras pocas, tratando de olvidar tu huella. eres tatuaje en mi piel lluvia que arrecia fuego que consume voraz juez impoluto que sentencia mi tortura... Con toda la potencia de mi voz te maldigo decreto mi odio ¡perro de nadie! lloran mis ojos secos, centelleantes de rencor juegas a querer, predicas amor que no sientes llenas tus venas de vino  y humo de cigarro tu cerebro   ¿Cuántas corren la misma suerte, por amor silenciadas en tu bien? ¡Cobarde!   Te amo,  m e acuerpas para dejarme caer juegas a ser malo, a ser bueno, el mejor  ¿olvidas que aún tengo algo tuyo? éste estúpido amor que no cultive yo...

Marcas de tiempo

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Está abandonada ésta tierra  el velo de estrellas la cubre silenciosamente, Su tez antigua cargada de pisadas interminables  heridas, marcadas por el tiempo y abandono La vida transcurre entre la nieve y sus arrugas  tantos embates no pasan desapercibidos  Perduran las letanías a través de los años  sopla una leve brisa tras las lágrimas Retorcida ha quedado entre la vista minimalista  y el vacío de una desaparición Tan lamentable su tristeza ¿cuánto más ha de suceder para despertar? Doce horas más, o quizás unas cuantas vidas... No han de acabar los sollozos, ni estos débiles latidos entre sus manos se fuga como el agua por sus dedos Aún con su tormenta sin fin, abrigó generaciones enteras sus manos nunca dejaron de dar amor, su lomo de trabajar y esa boca pequeña de mi canción de cuna tararear